sábado, 25 de agosto de 2007

La caja de pandora. Pr .Dario Silva Silva

La Caja de Pandora
Por Dario Silva-Silva, pastor, autor y editor asociado de Libros News

Pandora, según la fábula griega, es la responsable de la desdicha humana pues, al destapar su caja de sorpresas, desató sobre la Tierra todas las calamidades. Nada más apropiado para definir a la gran diosa que reúne hoy a la familia humana en un culto de fascinaciones: la televisión.
José Gobello llamó cabalmente “la página de cristal” a este sistema que ejerce tan subyugante atracción sobre el público. Al destaparla por el “ábrete sésamo” del control remoto, se entra en contacto con el mundo de la magia, y nadie escapa a su influencia, por ser ella el primer artículo de consumo de la sociedad posmoderna.En este medio de comunicación se cumplen de manera precisa las cuatro eses que la prensa sensacionalista ideara hace casi cien años: Sex, Sport, Scandal, Society. Dicho en español: sexo, deportes, escándalos y chismes de sociedad.Es tan grande su poder de demolición de la moral y las buenas costumbres, que no existe prácticamente otro vehículo tan destructivo como ella.
Desgraciadamente, los cristianos evangélicos la tildaron de “cajón del diablo” y entregaron así inmenso poder en manos de Satanás y sus agentes, quienes la han explotado y usufructuado con mucho éxito.La descomposición del mundo actual depende en grado sumo de la incontrolable capacidad de persuasión que posee la televisión, caja de Pandora que arroja sin cesar letales mensajes a la mente humana, eliminando su capacidad de cavilar reposadamente para tomar decisiones correctas. Si la televisión lo dice yo lo hago. No necesito análisis. Ella es el espejo donde se reflejan los rostros de todos los dioses.
Los cristianos que llegaron tarde a ella, para completar el cuadro deplorable, la utilizan como lo que no es: un púlpito. Salvo los convertidos, es muy difícil que una persona que busque algo atractivo decida detenerse en un espacio evangélico.No hay para qué mencionar el caso de la televisión secular de habla hispana, dedicada a las telenovelas, dramatizadas apologías del robo, el adulterio, el asesinato, el pecado en suma; cuando no a los llamados talk shows, que son una cínica explotación comercial del dolor de los humildes. Y, en medio de todo ello, el desfile interminable de brujos, adivinos, astrólogos y falsos maestros a quienes se presta la más esmerada atención, especialmente Walter Mercado, sumo sacerdote de los televidentes latinoamericanos.
La televisión se ha vuelto un efectivo multiplicador de la chismografía, la calumnia, la chabacanería y la ordina riedad, y no deja de preocupar el hecho de que los canales que transmiten en español inviertan largos segmentos en destacar a la iglesia católica romana, a tiempo que guardan silencio respecto a otros grupos cristianos, en falta de equidad y objetividad. Parecen dispuestos a defender y mantener el status quo religioso, mestizo, mulato y tropical de los países latinoamericanos.
La televisión es la auténtica “ventana indiscreta” de Alfred Hitchock: desde ella puede verse todo al detalle, los secretos han desaparecido.Todos los dioses del nuevo paganismo hacen sus apariciones milagrosas al frote de esa lámpara de Aladino que es el televisor: Narciso con su ego inflado, Eros y sus seducciones, Mammòn con el becerro de oro en su diestra, Orfeo y sus partituras subliminales, Hércules y sus bíceps superdesarrollados, Minerva emergida de un mar de conocimientos con un centímetro de profundidad, Baco y sus excesos alucinantes, Venus con sus movimientos de serpiente y, en general, todos los viejos demonios reactivados, con disfraces de ángeles de luz, surgen de la Caja de Pandora como del cubilete de un mago, ante un público hipnotizado, robotizado, idiotizado.
El televisor es un altar, solo que no de una imágen quieta, sino de muchas en movimiento. Pero esa urna de prodigios puede también proyectar una nueva teofanía, que rescate la noción del Único Dios Verdadero contra las representaciones fantasiosas de los falsos dioses.

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